domingo, 21 de febrero de 2010

La biblioteca alquilada

Estoy por dejar esta casa, este cuarto. Todos estos días no he dejado de hablar con los libros que hablan conmigo desde los estantes del dormitorio.

Entro y me asombra Arthur Halley con Apagón... uno de los muchos viejos best sellers que salpican la biblioteca. Libros que representan dos generaciones. Encuentro afinidades con las dos. Me pregunto quién habrá estudiado con los Principios de Filosofía de Adolfo Carpio.
Yo estudié de su libro y con él.

Encuentro un par de libros de Stephen King, El Cazador de Sueños, Los Ojos del Dragón y uno que decidí leer ahora, Mientras Escribo, mitad autobiografía y mitad consejos para quienes quieren seguir sus pasos. Por ahí está Bradbury también, en un estante, y Ken Follett, y Michael Crichton varias veces representado. Los pecados mortales de Laurence Sanders, los libros de Tolkien, un par de Ursula Le Guin y varios de psicología.

Ah, tres novelas de vampiros de Anne Rice. Entrar al cuarto y leer los títulos de los libros es lo que más me gusta. Conocer autores y descubrir algo nuevo en los viejos y algo nuevo en los nuevos.

Hablo imaginariamente con dos personas, con los textos de la madre y con los textos del hijo y yo quedo con un pie en cada tiempo. Un pie en mi propio pasado y un pie en mi actualidad. Y este verano renuevo mi futuro, entonces leo lo que me elige, placenteramente, con dos pares de anteojos si hace falta, de noche, de día y a la tarde. Me olvido de mi vida urbana y de los ruidos. Renuevo mi homenaje a la lectura.